
Miro atrás… y oye, me cuesta creer que algunas de las clases que he “sufrido” en mi vida estén ni fundamentadas en alguna teoría psicológica… No sé, desde que Freud tomó el relevo a la iglesia y la psicoanálisis se nos presentó como una ciencia empírica que podía llevarnos al paraíso de la autoaceptación y la superación de los miedos personales (y sin tener que morir para ello), todo lo que sea esté relacionado con la psico y por extensión, la psicología parece un ingrediente de la fórmula de la felicidad. Por ello me cuesta relacionar algo “psicológico” con las clases de inglés de primero de la ESO.
Hasta la adolescencia se puede decir que sufrí la esencia del conductismo en casi todas las clases. Si lo hacías bien te convertías en el ojito derecho de la profe y si no te tenías que quedar “castigado” por la tarde haciendo ejercicios adicionales. La memoria también era una de los pilares centrales de la enseñanza: hasta casi finales de bachiller literalmente “memorizaba” lo que tenía que aprender. Había gente que incluso memorizaba las comas y las tildes, convirtiéndose en una especie de lorito parlante sin que muchas veces sin pensaren el sentido de las palabras que decían. Conclusión: a los dos días de haber hecho el examen uno ya ni se acordaba lo que había estudiado.
Sin embargo, debo admitir que en este ambiente tan hostil que estoy dibujando (en cuanto a métodos de enseñanza se refiere) había algunos “ramalazos” humanistas. La gente que tenía dificultades para aprender (por motivos familiares, dificultades graves de concentración, retrasos metales, etc.) disponía de un profesor particular que adaptaba los métodos de enseñanza al estudiante. Era curioso, pues en una clase de 20 alumnos, podían encontrarse dos o incluso tres profesores, uno de ellos explicando la clase en alto y los otros sentados junto al alumno con problemas. Además, la evaluación de estos alumnos se hacía de forma distinta, pues tenían distintos objetivos de aprendizaje.
(He puesto la fotote mi Ikastola a modo de homenaje, por darme tanto de qué hablar).
Más tarde, al llegar a la universidad experimenté el constructivismo y el socioconstructivismo “a lo bestia”. Ha sido un bombardeo incesante de trabajos en grupo y temas que se impartían en pequeños bloques en los que el aprendizaje tenía que ser “constructivo”: los niveles altos dependen completamente de la asimilación de niveles más bajos. He de decir que los métodos utilizaos en la universidad me han ayudado a aprender más y más rápido (aunque a veces hubiera deseado tener más tiempo para asimilar mejor lo que dábamos en clase).
Hasta la adolescencia se puede decir que sufrí la esencia del conductismo en casi todas las clases. Si lo hacías bien te convertías en el ojito derecho de la profe y si no te tenías que quedar “castigado” por la tarde haciendo ejercicios adicionales. La memoria también era una de los pilares centrales de la enseñanza: hasta casi finales de bachiller literalmente “memorizaba” lo que tenía que aprender. Había gente que incluso memorizaba las comas y las tildes, convirtiéndose en una especie de lorito parlante sin que muchas veces sin pensaren el sentido de las palabras que decían. Conclusión: a los dos días de haber hecho el examen uno ya ni se acordaba lo que había estudiado.
Sin embargo, debo admitir que en este ambiente tan hostil que estoy dibujando (en cuanto a métodos de enseñanza se refiere) había algunos “ramalazos” humanistas. La gente que tenía dificultades para aprender (por motivos familiares, dificultades graves de concentración, retrasos metales, etc.) disponía de un profesor particular que adaptaba los métodos de enseñanza al estudiante. Era curioso, pues en una clase de 20 alumnos, podían encontrarse dos o incluso tres profesores, uno de ellos explicando la clase en alto y los otros sentados junto al alumno con problemas. Además, la evaluación de estos alumnos se hacía de forma distinta, pues tenían distintos objetivos de aprendizaje.
(He puesto la fotote mi Ikastola a modo de homenaje, por darme tanto de qué hablar).
Más tarde, al llegar a la universidad experimenté el constructivismo y el socioconstructivismo “a lo bestia”. Ha sido un bombardeo incesante de trabajos en grupo y temas que se impartían en pequeños bloques en los que el aprendizaje tenía que ser “constructivo”: los niveles altos dependen completamente de la asimilación de niveles más bajos. He de decir que los métodos utilizaos en la universidad me han ayudado a aprender más y más rápido (aunque a veces hubiera deseado tener más tiempo para asimilar mejor lo que dábamos en clase).
2 comentarios:
[...] (aunque a veces hubiera deseado tener más tiempo para asimilar mejor lo que dábamos en clase).
Siempre queda la sensación de que el tiempo no es el sufciente cuando se está disfrutando y gozando algo. Sin embargo, hay que lidiar con ese síntoma. Tienes razón al decir que los niveles más altos de asimilación dependen de los niveles más bajos. Me ha sido interesante visitar constantemente tu blog.
Por cierto, te dejo una frase que te puede ayudar a ganar tiempo: Escoger el propio tiempo es ganar tiempo. (Sir Francis Bacon)
Hola Gilmar!
Sabia frase... al fin y al cabo siempre tenemos que decidir a qué dedicamos nuestro tiempo y a qué no.
Pero aunque Sir Francis Bacon seguramente estaba en lo cierto, a mí, por ejemplo, me frustra muchísimo decir "a esta asignatura no le dedico más tiempo", no porque no me guste o no quiera estudiar, sino sino porque no tengo tiempo material. Lamentablemente, esto me ha pasado muchas veces en la universidad, donde el sistema trimestral (q a mi modo de evr tiene más pros que contras) no me permite tener tiempo de disfrutar de las asignaturas todo lo que podría.
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