martes, 24 de abril de 2007

Aristóteles vs. la cebolla


Siempre fui una de esas niñas impertinentes que preguntaba “¿Y eso porquééééé?” a TODO. En euskera es: “Zebaaaaa?”, a lo que mi padre ya harto y sin saber qué responder, decía “¡en catalán cebolla!”. Sí, esa fue mi primera palabra en catalán, qué curioso…

Bueno, eso, que siempre quería saber el porqué de las cosas:
-¿Porqué tengo que estudiar mates? Zebaaaaaaa????
-Porque es útil para ir al supermercado.
-Ah, bueno, entonces lo aprenderé.

-¿Porqué tengo que saber inglés? Zebaaa???
-Porque así podrás viajar.
-Ah, bueno, entonces lo aprenderé.

-¿Porqué tengo que aprender gramática del euskera si ya sé hablar euskera? Zebaaa????
-Porque eso te ayudará a aprender otras lenguas.
-Ah, bueno, entonces lo aprenderé.

¿Perdón? Stop. Rewind. En estos tiempos tan modernos que vivimos parece ser que la gramática ya no es una pieza fundamental a la hora de aprender idiomas… Ahora lo que está de moda es la “exposición a la lengua”. Se supone que si un niño se expone a una lengua durante un tiempo suficiente acaba por entenderla. Y yo no digo lo contrario… Pero los planes que se están sugiriendo hoy en día también me parecen extremos.

En mi Ikastola (hay que ver lo que da de hablar mi Ikastola) se está pensando dar biología en inglés. Dicen que si los alumnos se exponen al inglés durante más tiempo lo entenderán mejor. No lo pongo en duda, pero me parece que terminarán con una capacidad de comprensión baja del inglés y conocimientos nulos de biología además de que echarán por la borda el concepto de Ikastola... Y todo porque eso de aprender la gramática está muy pasado de moda. Hoy en día se buscan métodos nuevos: “ala, a leer biología en inglés, que al hijo de la vecina le hizo bien ver los Power-Rangers en inglés cuando era peque ¡exponte a la lengua!”. ¿De verdad se creen que las tres horas de biología ayudarán a los alumnos con el inglés? Desde luego, no me parece suficiente como para aspirar a los resultados a los que aspiran.

Yo en serio creo que con la educación no hay que jugar. Yo soy de la vieja escuela y pienso que tener nociones de gramática es comparable a saber sumar: la gramática es la herramienta que utilizarás a la hora de empezar a aprender una segunda lengua, de la misma forma en que para llegar a hacer derivadas antes tienes que saber hacer muchas operaciones más simples. Estoy segura de que puedes aprender una lengua exponiéndote el tiempo suficiente, pero sinceramente creo que llevará menos tiempo si tienes unas nociones básicas de gramática. Además, te será más fácil aprender una tercera lengua, pues podrás aprovechar los mismos conocimientos una y otra vez; al contrario, con el método de la exposición a la lengua cada vez que empecemos a aprender una lengua nueva tendremos que pasar muchas horas de “exposición” antes de que podamos poner juntas dos palabras.

Yo soy más tradicional (hay qué mal suenaaa…). Digamos “más aristotélica”, que suema más culto. No defiendo lo de “lo que con sangre entra se queda” de los tiempos del franquismo, pero la visión moderna de “hagamos que los niños aprendan gramática inconscientemente, que no les gusta” tampoco. Qué quereis que os diga, frente a la ignorancia e inconsciencia que simboliza la cebolla para mí, yo prefiero seguir los pasos que dictó Aristóteles, que aprenderse un par de cosas básicas de memoria no hace daño a nadie.
De todos modos, me temo que cuando dentro de unos años los alumnos en Euskadi pregunten porqué hay que estudiar gramática, la única respuesta posible será: “¡En catalán cebolla!”

Aprendiendo lenguas...

Si algo tengo en esta vida es curiosidad por leer todo aquello que esté escrito y una memoria de elefante para recordarlo. Si leí algo hace 10 años en un margen de un libro que cogí prestado de la biblioteca de mi pueblo, tranquilos que recordaré lo que decía. Al hablar inglés, por ejemplo, voy recordando cómo, dónde y cuándo aprendí la palabra que estoy utilizando (y no estoy exagerando). Por ello, soy capaz de describir con pelos y señales la metodología que emplearon para que aprendiera las diferentes lenguas que hablo:

Aprendí Inglés con un método más Aristotélico y tradicional imposible. Aprendí el verbo “to be” antes de saber conjugarlo en euskera, es decir: antes de empezar a leer o hablar nos machacaban la gramática inglesa y nos hacían aprender listas de palabras (la primera lista que aprendí fue: pencil, pen, rubber, book…).

Para el castellano/español (como queráis llamarlo) y el euskera utilizaron otra estrategia: primero se cercioraron de desarrollar nuestra habilidad de comprensión y luego nos hicieron ser conscientes de la gramática de estas lenguas. Lo extraño es que para cuando empezamos con la segunda parte, ya sabíamos lo que era un sujeto y un objeto directo por las clases de inglés… ahora que lo pienso… ¡qué mala coordinación! Pero he de decir que las clases sobre la gramática vasca estaban tomadas desde un punto de vista generativista extremo. El generativismo es una teoría que encaja muy bien para entender el funcionamiento del euskera dado el modo de construcción de las frases.

El francés lo aprendí con un método estructuralista. Por ejemplo, teníamos un diálogo escrito de una familia discutiendo dónde irían de vacaciones y nosotros lo repetíamos a modo de loritos… Esto hizo que me quitara la vergüenza de hablar y hacer esas erres tan extrañas enfrente de clase, pero construir frases por mí misma me costaba una barbaridad…

Por otro lado, estaban las clases de latín. Como es una lengua muerta, nos dedicamos a analizar la gramática y a hacer ejercicios de traducción… solamente. Curiosidad: no existe ningún libro de latín en euskera, así que nuestra profesora (que era de esas de “antes muerta que dar la clase en castellano”) traducía las explicaciones al euskera y nos las daba en nuestra lengua materna.

Respecto al catalán… esto sí fue extraño: no dimos casi nada de gramática porque es muy parecida a la del castellano/español. Trabajamos el vocabulario, pero lo más destacable fue la cantidad de horas que dedicamos a desarrollar la competencia comunicativa: hacíamos juegos de rol, algunos trabajos escritos sobre “una historia que pueda pasar en Barcelona”, etc. Este tipo de ejercicios hicieron que empezáramos a ver el catalán desde una perspectiva dinámica y divertida, no como “la lengua que te tienes que aprender por cojones si vas a Barcelona”.

Y el alemán… los dos primeros años utilizamos una metodología bastante tradicional, machacando mucho la gramática y el vocabulario. Más adelante, cuando ya éramos capaces de escribir un par de palabras juntas, empezamos con el sistema de los portafolios y hacíamos ejercicios diseñados según nuestras necesidades. Gracias a este sistema empecé a saborear el alemán y a tener la ilusión de que quizás sí fuera posible aprenderlo. Fueron unas clases en las que nuestra profesora demostró su saber hacer.


¿Cuál es el método perfecto?

Es difícil decidir… sé que no me gusta el método estructuralista, yo necesito tener algunas ideas gramaticales básicas claras en mi mente antes de arrancarme a hablar. Sí, supongo que soy más tradicionalista en lo que a la enseñanza de lenguas se refiere. En mi caso, me son esenciales los patrones básicos para la construcción de las frases… sin ellos no soy capaz de enlazar dos sintagmas en una frase. Una vez haya interiorizado algunas las reglas gramaticales más básicas es imprescindible que lo pase bien en clase, que el profesor me divierta y me anime… si me aburro o me entra el pánico me bloqueo y no soy capaz de interiorizarlo que me explican. Pero esa es una particularidad mía… desde el momento en que cada persona tiene diferentes facilidades y handicaps a la hora de aprender una lengua, creo que el “método perfecto” es simplemente una utopía.

Los profesores tendrían que pararse a pensar en las necesidades de sus alumnos y diseñar las clases según estas reflexiones.

viernes, 20 de abril de 2007

Con mucho gusto


Hay gente que me hace callar cuando empiezo a hablar del País Vasco, el euskera, mis montañas y el queso de Idiazábal… ¡pero esta vez va a ser porque me lo han pedido! Así que hablaré sobre el euskera y su fragmentación dialectal como rezaba la campaña de turismo de Euskadi del año pasado… con mucho gusto.

Había una vez un pueblo que venía del sol, del "eguzki". No es que salieran del sol en alguna tormenta solar, a ver… es que venían de oriente, como los magos. Se hacían llamar "eguzkitik datorren herria", pueblo que viene de sol, y hablaban, cómo no, la lengua del sol. Con el tiempo se dejaron de formalidades y empezaron a llamarse "euskal herria", que era mucho más corto y mantenía la etimología de la forma original. Aunque provenían de oriente, lo que hoy los expertos localizan como el área de los Balcanes, y haya topónimos vascos por toda Europa, este pueblo acabó asentándose en bonito paisaje arrugado por montañas que hoy en día se conoce por el nombre que originalmente designaba a sus gentes: Euskal Herria (Herria = pueblo / país / nación)

Durante miles de años esas verdes montañas les resguardaron de las invasiones que diferentes imperios y civilizaciones llevaron a cabo en Europa, convirtiendo su lengua en la lengua viva más antigua de Europa en la actualidad. Pero fueron también esas mismas montañas la cusa de la mala comunicación entre los mismos euskaldunes, lo que concluyó en (1) la fragmentación de la lengua en dialectos y (2) que los múltiples casos de incesto por la isolación causaran tener la mayor tasa de retrasos mentales y malformaciones en bebés en Europa en la Edad Media. Pero dejemos las malformaciones de lado…

El euskera acabó fragmentado en 6 dialectos diferentes: mendebalera o vizcaíno, erdialdekoa o guipuzcoano, nafarrera, nafarlapurtera, ekialdeko nafarrera y zuberera (ver imagen del mapa de los dialectos). Geográficamente los estos dialectos se encuentran situados a lo largo de la costa cantábrica, y la lengua va cambiando como si fuera una gama de colores. Por ello, por ejemplo, dos personas que hablen dos dialectos que están geográficamente lejos entre sí tendrán serios problemas para entenderse. La solución fue crear el euskera batua, la forma estándar del euskera. Lo que hicieron fue coger el guipuzcoano como base y reforzarlo con algunos rasgos del léxico de los dialectos del este y Francia. Conclusión: el dialecto vizcaíno, que tiene un sistema verbal diferente, quedó excluido. Servidora es hablante de una mezcla entre el vizcaíno y el guizpuzcoano, algo que le permite entender casi a cualquier hablante del euskera si se esfuerza y tiene un día lúcido (exceptuando algunos hablantes de la parte francesa que hablan como los eruditos del siglo XVIII, con esos ya desisto). Para ilustrar las diferencias que puedahaber, mostraré cómo se dice “yo había” (un verbo normal y utilizado cada día) en diferentes variantes: nik nuen / nik nuan / nik nun / nik non / nik neban / nik naben / nik nen / nik nuyen / nik nin.

Pero además de los grandes dialectos, están las variaciones de cada pueblo. Y ahí está el tema… Hay regiones cuya variante dista un poco en el léxico en referencia a sus variaciones colindantes, pero también podemos encontrar pueblos de 8.000 habitantes con tonalidad gramatical (sí, que no nos tenemos que ir a China para buscar una lengua tonal, en Lekeitio mismo tenemos una). Normalmente suele ser la geografía la razón por la que se hayan creado variantes diferentes… aunque no siempre. Un caso claro y tratado en libros de sociolingüística es el de (cómo no) mi pueblo y el pueblo de al lado: Azkoitia y Azpeitia. Están en un valle que les separa del resto de los mortales. La cosa es que durante siglos nos hemos llevado tan bien como el Real Madrid y el Barça. Por eso, reconocidos sociolingüistas como Koldo Zuazo encuentran una única solución a la extravagantes diferencias del euskera que se habla en estos dos pueblos: tan mal nos llevábamos que queríamos que nuestro habla fuera lo más diferente posible del de al lado (Zuazo, 2005).
Por todo esto, por lo que he sudado durante mi vida intentando enterder a otros euskaldunes, me llamó mucho la atención al llegar a Barcelona que hubiera gente que dijera: "no, no, jo no parlo català, jo parlo Eivissenc!”. Toma esa.

Ay… que bien me quedé… este sí que ha sido un verdadero placer (¡y sin chocolate ni cigarrillos finales por medio!).

martes, 17 de abril de 2007

De estreno


Hoy estoy de estreno. No se trata de ninguna chaqueta nueva ni de ningún colorido iPod… hoy estreno mi primer blog. Tengo que decir que este especio cibernético forma parte de los deberes de la universidad; sin embargo, debo admitir que me ha creado esa ilusión de la época en la que una compraba CDs con los ahorros de la paga semanal. Así que haré lo posible para que los textos que escriba sean reflexiones personales y que mis comentarios sobre diferentes temas tratados en clase estén enfocados desde un punto de vista propio, de modo que el blog resulte lo más ameno posible y sea efectivo en cuanto a propósitos académicos se refiere.

Como ya he adelantado, este blog está ligado a la asignatura de “Ensenyament de llengues”, una de las asignaturas obligatorias de la carrera de lingüística. Debo admitir que aunque empecé a estudiar Lingüística porque me lo vendieron a modo de oferta del Carrefour (“¡Oferta! Traducción y Lingüística: 2x1”), y es que una tiene debilidad por las ofertas… Al final, la verdad es que he acabado saboreando más las asignaturas de lingüística que las de traducción. Creo que es por el hecho de que en lingüística una tiene la sensación de “aprender”, no como en traducción, donde siempre se intenta “mejorar” a sabiendas de que lo que haces es imperfecto por naturaleza.

Pero ya que es el primer día, creo que lo mejor sería es presentar mi pasado lingüístico… Venga, pongámosle título:

Mi pasado lingüístico

Debo empezar diciendo que nací en Azkoitia, un pueblo de 10.000 habitantes situado entre las montañas de la “Euskadi profunda”. El euskera es mi primera lengua, mi lengua materna, mi herramienta para pensar y lo que es más importante: el símbolo que me identifica como euskaldun (“euskaldun” significa “el que tiene el euskera”. Fui escolarizada en una Ikastola hasta los 18 años; aprendí el castellano indirectamente, como lengua ambiental que escuchaba en la televisión o cuando salía de mi pueblo.

Empecé a estudiar inglés con 9 años, como lo dictaba el EGB de la época. Con 12 años, consciente de que me gustaban las lenguas (en parte gracias a los profesores), opté por la optativa de francés mientras la mayoría de mis compañeros optaron por Gaztelerazko mintzaira (“habla castellana”). A mi generación, hijos de gente que lucharon contra la dictadura, siempre se nos recalcó que debíamos defender nuestra lengua hablándola… hasta tal punto que crearon una generación “monolingüe” en euskera, con problemas de comprensión en castellano y graves problemas para hablarlo. Así que los profesores de mi centro se vieron obligados a diseñar una clase de castellano para resolver ese problema local.

Con 13 empecé a una academia de inglés viendo que con lo que nos enseñaban en la Ikastola no podía llegar a entender las canciones de Bon Jovi. Allí me engancharon definitivamente a la lengua, en parte porque no me hacían sentir como una tonta con libros de texto que parecían de parvulario.

Alos 18 años terminé optando por estudiar traducción. Decidí especializarme en inglés y alemán, pero al llegar al examen de entrada para la carrera una profesora me dijo: “Que ets basca? Llavors saps que hauràs d’aprendre català, oi?”. Así que también me cogí el catalán de rebote, como en el Eroski: “¡Oferta 3x2!”.

Ahora que miro atrás… veo que los profesores han sido una parte muy importante a la hora de definir mi punto de vista sobre las diferentes lenguas. Cierta profesora de alemán, con su dinamismo innato, hizo que de odiar el alemán pasara a gustarme a golpe de ánimos y métodos de aprendizaje alternativos. Por otra parte, los peores profesores que he tenido, siempre han sido personas no especialmente dinámicas, que no “vendían” la lengua que enseñaban.

Me hubiera gustado hacer algo espectacular y glamoroso para estrenar este blog, como estampar alguna botella de cava contra el ordenador… pero en el supermercado pakistaní que tengo debajo el cava no está de oferta.