Si algo tengo en esta vida es curiosidad por leer todo aquello que esté escrito y una memoria de elefante para recordarlo. Si leí algo hace 10 años en un margen de un libro que cogí prestado de la biblioteca de mi pueblo, tranquilos que recordaré lo que decía. Al hablar inglés, por ejemplo, voy recordando cómo, dónde y cuándo aprendí la palabra que estoy utilizando (y no estoy exagerando). Por ello, soy capaz de describir con pelos y señales la metodología que emplearon para que aprendiera las diferentes lenguas que hablo:
Aprendí Inglés con un método más Aristotélico y tradicional imposible. Aprendí el verbo “to be” antes de saber conjugarlo en euskera, es decir: antes de empezar a leer o hablar nos machacaban la gramática inglesa y nos hacían aprender listas de palabras (la primera lista que aprendí fue: pencil, pen, rubber, book…).
Para el castellano/español (como queráis llamarlo) y el euskera utilizaron otra estrategia: primero se cercioraron de desarrollar nuestra habilidad de comprensión y luego nos hicieron ser conscientes de la gramática de estas lenguas. Lo extraño es que para cuando empezamos con la segunda parte, ya sabíamos lo que era un sujeto y un objeto directo por las clases de inglés… ahora que lo pienso… ¡qué mala coordinación! Pero he de decir que las clases sobre la gramática vasca estaban tomadas desde un punto de vista generativista extremo. El generativismo es una teoría que encaja muy bien para entender el funcionamiento del euskera dado el modo de construcción de las frases.
El francés lo aprendí con un método estructuralista. Por ejemplo, teníamos un diálogo escrito de una familia discutiendo dónde irían de vacaciones y nosotros lo repetíamos a modo de loritos… Esto hizo que me quitara la vergüenza de hablar y hacer esas erres tan extrañas enfrente de clase, pero construir frases por mí misma me costaba una barbaridad…
Por otro lado, estaban las clases de latín. Como es una lengua muerta, nos dedicamos a analizar la gramática y a hacer ejercicios de traducción… solamente. Curiosidad: no existe ningún libro de latín en euskera, así que nuestra profesora (que era de esas de “antes muerta que dar la clase en castellano”) traducía las explicaciones al euskera y nos las daba en nuestra lengua materna.
Respecto al catalán… esto sí fue extraño: no dimos casi nada de gramática porque es muy parecida a la del castellano/español. Trabajamos el vocabulario, pero lo más destacable fue la cantidad de horas que dedicamos a desarrollar la competencia comunicativa: hacíamos juegos de rol, algunos trabajos escritos sobre “una historia que pueda pasar en Barcelona”, etc. Este tipo de ejercicios hicieron que empezáramos a ver el catalán desde una perspectiva dinámica y divertida, no como “la lengua que te tienes que aprender por cojones si vas a Barcelona”.
Y el alemán… los dos primeros años utilizamos una metodología bastante tradicional, machacando mucho la gramática y el vocabulario. Más adelante, cuando ya éramos capaces de escribir un par de palabras juntas, empezamos con el sistema de los portafolios y hacíamos ejercicios diseñados según nuestras necesidades. Gracias a este sistema empecé a saborear el alemán y a tener la ilusión de que quizás sí fuera posible aprenderlo. Fueron unas clases en las que nuestra profesora demostró su saber hacer.
¿Cuál es el método perfecto?
Es difícil decidir… sé que no me gusta el método estructuralista, yo necesito tener algunas ideas gramaticales básicas claras en mi mente antes de arrancarme a hablar. Sí, supongo que soy más tradicionalista en lo que a la enseñanza de lenguas se refiere. En mi caso, me son esenciales los patrones básicos para la construcción de las frases… sin ellos no soy capaz de enlazar dos sintagmas en una frase. Una vez haya interiorizado algunas las reglas gramaticales más básicas es imprescindible que lo pase bien en clase, que el profesor me divierta y me anime… si me aburro o me entra el pánico me bloqueo y no soy capaz de interiorizarlo que me explican. Pero esa es una particularidad mía… desde el momento en que cada persona tiene diferentes facilidades y handicaps a la hora de aprender una lengua, creo que el “método perfecto” es simplemente una utopía.
Los profesores tendrían que pararse a pensar en las necesidades de sus alumnos y diseñar las clases según estas reflexiones.
martes, 24 de abril de 2007
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1 comentario:
¡Buenas!
No te puedes quejar, ¡sabes un montón de lenguas! Algunas como el alemán son bastante difíciles para los catellanohablantes (dímelo a mí, que llevo casi cuatro años estudiándolo y aún tengo dudas con los verbos en pasado y esas cosas....), pero recuerdo que el inglés me lo han machacado desde pequeña. Esas listas de verbos irregulares que me tenía que aprender de memoria, los modal verbs, etc. No eran métodos muy divertidos, pero gracias a eso puedo defenderme con el inglés... ¡Si es que para aprender una lengua hay que sufrir! Y nunca tengas vergüenza de preguntar el porqué de algo... ¡Muy bien hecho!
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